reflexión
Déjale volar
Hoy me asomo al balcón de Madrid. Desde aquí un skyline bien definido y no sólo por sus vistas sino por sus miras.
Hoy toca un paseo visual por todas aquellas conversaciones que compartimos. A veces una simple foto; otras un refresco; quizás un proyecto y algún que otro recuerdo donde la nostalgia hizo levantar a algún muerto.
Hoy levanto la mano y aflojo la cuerda porque tú ya te vales sola. Cuántas discusiones, cuántos enfados, cuántas alegrías y cuántos lloros. Hoy separo la palma para que no sea tu obstáculo, sino tu apoyo, sólo tu apoyo.
Y desde este balcón, desde este mirador recordaré que lo que un día fue proyecto, hoy ha sido real. Para que sientas que sólo levantar tu dedo índice para mí implicará una llamada; que por estar segura lo estoy, no necesitarás.
De momento, te espero aquí; no sé por cuánto tiempo pero sé que la próxima vez nos encontraremos aquí. Nos vemos en el Picón del Cura.
DOS MUJERES SON DEMASIADO PARA TAN POCO HOMBRE
Hoy en el día de San Valentín, quiero dedicar mi foto a una compañera, Lola.
Una compañera que ha recibido un ramo de rosas rojas y blancas. Un ramo enviado por su marido; tantas rosas blancas como años lleva con ella y tantas rojas como lleva compartiéndolos con otra. Todos lo sabemos, ella también; pero su marido insiste en demostrarle «su amor» todos los años, que no todos los días. Ella arrastra el ramo hasta su despacho sabiendo que a lo largo del día, disfrutará de compañía en la cama, una rosa blanca sin pasión, porque la pasión está puesta en el otro lado.
Lola, hazte un regalo por San Valentín que, dos mujeres son demasiado para tan poco hombre.
Un beso.
PERFECTA DESCONOCIDA
Mi reflexión te la dedico a ti, mamá; que siempre me dijiste que «lo que no se hace, es lo que no se sabe». Lo oía pero no lo escuchaba.
No soy muy cinéfila pero ayer queriendo sonreír y quizás reír con algo de esfuerzo, Alex de la Iglesia no lo consiguió. Consiguió algo más grande, hacerme reflexionar en torno a su película «Perfectos desconocidos».
Me la habían vendido como una comedia para pasar un buen rato. Él lo contaría de otra forma y yo lo aprecié de otra distinta. Cuatro parejas de amigos que «se conocen» desde hace tiempo, se reúnen en una velada nocturna donde el juego propuesto al hilo de la cena, no ha sido ni medio acertado, o sí. La relación, las relaciones peligran.
Llamadas, mensajes y whatsapp a pecho descubierto. La culpa como telón de fondo, cuando en ese fondo y como dice Jorge Lomar, todos somos inocentes. Perfectos desconocidos de nosotros mismos pretendiendo juzgar al de enfrente.
Quién no tiene un mensaje que piense que molestaría a su pareja, quién no tiene una foto que podría comprometer su estado, quién no tiene una cita de un viejo amigo que induce a la desconfianza. No hay muchas manos levantadas, la mía tampoco.
Dos pasos atrás para avanzar uno porque ahí es donde queremos estar. En ese juego seductor en el que la primera regla es el engaño, de nosotros mismos primero y por ende de los demás.
Gracias Sr. de la Iglesia, usted lo ha bordado. Nos da la opción de encontrarnos con la verdad o retrotraernos (como así lo hace el guión) porque duele menos. Y cada uno desde su butaca mirando a la pareja que tenemos al lado, valore su elección. Hace falta tener valor.
«Lo que no se hace, es lo que no se sabe» (es sólo una idea). Gracias mami.
Debe estar conectado para enviar un comentario.